viernes, 11 de julio de 2008

Noticias calientes

José Sarukhán
El Universal, 11 de julio de 2008.

Los modelos matemáticos desarrollados para predecir los cambios climáticos del futuro, y en especial cambios en la temperatura, tienen un defecto importante: están subestimando lo que ocurre en la realidad. Un claro ejemplo de ello es la mayor velocidad de fundición del hielo de los polos que la proyectada por los modelos, pero también la diferencia se observa en los registros de los termómetros alrededor del mundo. El 2007 ha sido el año más cálido en el hemisferio norte desde que hay registros meteorológicos y el segundo más caliente globalmente (después de 2005) registrado hasta ahora.
Científicos del Real Instituto de Meteorología de Holanda predicen que no solamente las temperaturas medias —que es lo que usualmente se reporta— subirán, sino que especialmente los eventos extremos de calor —las ondas cálidas— serán mucho más altos y frecuentes. Dichas estimaciones sugieren que Chicago puede tener a mediados de este siglo ondas de calor de 46°C; Los Ángeles, de 47°C; París, de 43°C; Nueva Delhi y Bagdad, de 49°C. Los efectos de esas temperaturas no se restringen a las severas sequías que producirán con sus implicaciones sobre la agricultura; tienen además efectos serios sobre la vida humana, especialmente de personas de edad avanzada, que son muy vulnerables a las temperaturas extremas. Recordemos las decenas de miles de muertes en Europa en el verano de 2003.
James Jensen, un reconocido científico de la NASA, afirmó en su comparecencia ante el Congreso de EU que la concentración actual de CO2 en la atmósfera tiene que bajar a los niveles de 1988, porque si se mantienen los niveles presentes o aumentan aún más en las siguientes dos décadas, veremos cambios como extinciones masivas, colapso de los ecosistemas y elevaciones dramáticas del nivel del mar.
Un reciente estudio de la OCDE con pronósticos ambientales para el 2030 tiene, entre otros, dos mensajes importantes: a) el uso no sustentable de la tierra, en especial la deforestación, tendrá impactos comparables al uso de combustibles fósiles para transporte y energía, y la agricultura contribuirá de manera importante a las emisiones de gases de invernadero; b) el costo de la mitigación, considerando que todos los países participen en ella, equivaldrá —en términos del PIB— a 0.5% y 3.5% para el 2030 y el 2050, respectivamente, pero será más alto para países como México. El costo de la inacción será que, entre 2030 y 2050, las temperaturas medias podrán ser de entre 4°C y 6°C superiores a las actuales. Sin embargo, el costo de tomar medidas de mitigación ahora, incluso las más severas, pueden representar sólo unos pocos puntos del PIB para 2050.
Resulta por lo tanto indispensable que México dedique ya esfuerzos en verdad serios, invirtiendo el tiempo necesario para diseñar, con la experiencia propia y la internacional, las medidas que logren avances serios en mitigación y que al mismo tiempo permitan atender las necesidades de desarrollo del país de manera sustentable. Esto no solamente tendrá ventajas claras en aminorar el problema global, pero especialmente nos pondrá en una posición de liderazgo para adquirir el reconocimiento internacional y los apoyos económicos y tecnológicos que permitan reducir los costos a la sociedad.
jose.sarukhan@hotmail.com
Investigador del Instituto de Ecología de la UNAM

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